Prefacio: ¿Por qué pensar científicamente en la gestión de equipos, organizaciones y empresas?
Erase una vez, en la cultura grecolatina, que los científicos eran también filósofos, o viceversa. Esa conjunción de Ciencia y Humanidades, exceptuando el oscurantismo medieval, se mantuvo prácticamente hasta el Renacimiento. El pensamiento estaba integrado. Fue a partir de la Revolución Científica de los siglos XVII y XVIII, en la que se produce la transición desde la recuperación del saber a la invención, cuando las disciplinas científicas empiezan a divergir. El avance en la profundidad del conocimiento es a costa de la pérdida de amplitud de perspectiva e integración del saber. Ahora se habla de ciencias formales, naturales, humanas, etc. El científico contemporáneo es un profesional especialista. En estas circunstancias se hace más costoso la permeación de innovaciones y descubrimientos de unos campos a otros, más aún si cabe desde las Ciencias a las Humanidades. El pensamiento lateral, el intercambio de saber entre disciplinas y la integración de áreas de conocimiento (“trans-fertilización de saberes”) son en la actualidad ventajas competitivas a valorar entre los nuevos profesionales del siglo XXI.
En este contexto,
. La innovación disruptiva y la creatividad perseguidas por la primera se contraponen con la búsqueda de la excelencia operacional y el retorno de la inversión de la segunda. A riesgo de caer en la simplificación, podemos decir que por un lado la Ciencia desafía el statu quo para reemplazarlo, asume el riesgo y lleva bien el cambio. Por el otro, la Empresa trata de hacer crecer y defender el negocio presente que le es propio y conoce, es cautelosa con el riesgo y reacia al cambio. Sin embargo, tal incompatibilidad está lejos de la realidad y supone un sesgo inconsciente. Al contrario, la combinación de ambas realidades y visiones en un mismo empeño resulta altamente eficiente por lo que de complementariedad y sinergia tienen.Las empresas, las organizaciones y los individuos están sujetos a leyes, normas y regulaciones que de modo consensuado (idealmente) nos imponemos como “reglas del juego sociales”. No obstante, como seres vivos que somos, no podemos escapar a las leyes que gobiernan la Naturaleza y, por ende, las organizaciones humanas también están sometidas a ellas: “reglas del juego naturales”. La Ciencia trata de descifrar estas leyes que nos permiten entender el mundo que nos rodea y a nosotros mismos (“Somos nada más que Física y Química”, Severo Ochoa); de ahí que proporcione también explicaciones y respuestas al comportamiento de las organizaciones humanas sean de la índole que sean. A diferencia de las reglas sociales, las reglas naturales son inquebrantables, inmutables y universales (lo cual no quiere decir que el saber científico lo sea). No podemos luchar contra ellas, así que mejor es conocerlas para poder alinearnos y explotarlas en nuestro beneficio.
. A este respecto, una reflexión inicial. En la naturaleza todos los fenómenos están sujetos a los principios de la Termodinámica, que podemos resumir en el aforismo . Así, nada le ocurrirá a un sistema si en él no existe una energía sobrante libre para poder disipar, adicionalmente a la que la transformación pudiera requerir en sí misma. Esa energía extra es el motor del cambio. No existe el móvil perpetuo y cualquier transformación supone un aumento del desorden global (si algo se ordena es porque algo se desordena aún más). Para promover el cambio sostenible en empresas, organizaciones e individuos, más nos valdría no olvidar principios tan simples y naturales.Estamos inmersos en un mundo de cambios profundos, frecuentes y acelerados. Vivir en el cambio no es una opción, sino que nos es consustancial. El entorno es evanescente, complejo y confuso. El futuro, más impredecible que nunca. Los individuos y las organizaciones necesitamos enfrentarnos a este escenario de un modo eficiente, a fin de salir reforzados o al menos indemnes, para lo cual es útil disponer de herramientas y desarrollar habilidades psicológicas y prácticas. A este respecto, la naturaleza y estructura del pensamiento científico hacen a éste extremadamente apropiado para la gestión de la coyuntura actual. Cambio, innovación, incertidumbre, riesgo, rigor, racionalidad, objetividad, integración, flexibilidad, fluidez, adaptabilidad, agilidad, escepticismo, crecimiento continuo y crítica son consustanciales a la mentalidad y métodos científicos. La mente científica no es dogmática y persigue la exploración crítica y sin prejuicio de nuevo conocimiento. El científico está acostumbrado a manejar la incertidumbre, a la relatividad y transitoriedad de las verdades, a resolver la ambigüedad mediante el planteamiento y posterior aprobación o desaprobación de hipótesis, a los ensayos de prueba y error, a las conclusiones y toma de decisiones informadas apoyadas en datos, hechos y conocimiento previo, al escrutinio crítico de las proposiciones.
No obstante,
, posiblemente por la tendencia natural a usar el instinto o la intuición (“la inteligencia del inconsciente”) a la hora de entender y gestionar el comportamiento humano. Es más fácil pasar directamente de una conjetura aparentemente certera a la acción que detenerse en generar una teoría, una idea o una hipótesis, para validarla después experimentalmente. Pero en Ciencia sabemos que la más plausible de las explicaciones puede resultar ser errónea. No se trata de llegar a la parálisis por el análisis y hay que entender que siempre hay un “coste de oportunidad”. Intuición y razonamiento son dos formas de inteligencia complementarias y valiosas. Por tanto, cuando no se tiene ni el tiempo ni los recursos necesarios para probar las distintas alternativas y elegir la mejor, habrá que arriesgar más y tomar la decisión de la manera más inteligente posible. Pero incluso en estas circunstancias el método científico nos instruye en el manejo de riesgos y nos aconseja no extraer conclusiones excesivas más allá de los límites marcados para los resultados de un experimento parcialmente controlado.(NB: en los artículos del blog nos proponemos seguir esta misma estructura durante el análisis y desarrollo de los temas):
1. Observar (Watch):
Recopilación de datos y captura de los hechos (“facts and data”) que permitan describir la situación, el problema, el entorno. Se trata de “fijar la escena” (“setting the scene”). El resultado es un informe descriptivo sobre el estado de la cuestión.
2. Cuestionar (Ask):
Identificación y enunciación de la meta a alcanzar, el problema a resolver, la pregunta a hacer, la mejora a introducir, la oportunidad a conseguir, el sueño a realizar. Debe servir además como la inspiración, la motivación, el “ikigai” (el propósito y el porqué del empeño) individual y colectivo que nos aglutine, alinee y energice durante el esfuerzo. “Hacer las preguntas correctas requiere de tanta habilidad como dar las respuestas correctas” (Robert Half). “No hay respuestas correctas a preguntas equivocadas” (Úrsula Le Guin). El resultado es la fijación de la meta o reto final a conseguir, de la pregunta a contestar.
3. Conocer (Know):
Recopilación, estudio y comprensión del saber científico y tecnológico existente en relación con la cuestión que nos ocupa y que es relevante en la consecución de la meta fijada. Reflexión y diseño creativo sobre cómo emplearlo en la consecución del logro definido. El resultado es un plan de acción para (desa)probar una hipótesis, para experimentar una idea, implantar una solución o realizar un desarrollo.
4. Experimentar (Experiment):
Ejecución del plan de acción, entendido como un ensayo, como un experimento, como un juego, como una diversión. Se trata de subir al escenario, interpretar la obra y comprobar si el logro final cumple el propósito marcado. Es el modo “solución” propiamente dicho. El resultado es un producto, un aprendizaje, una mejora, una información adicional, un entregable.
5. Revisar (Review):
Comprobación del objetivo final logrado respecto al plan de acción previsto. Crítica constructiva sobre el proceso global (After Action Review): qué ha ido bien, qué pudo haberse hecho mejor, qué vamos a hacer ahora. No hay fracaso, sino aprendizaje. Siempre hay motivo para celebrar. El éxito no lleva a la complacencia. El resultado es la celebración del trabajo realizado y una decisión acerca del camino a seguir: una iteración, un nuevo objetivo a plantear, una mejora a realizar.